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La Japonaise - Claude Monet

La fascinación de Europa por Oriente durante los siglos XVIII y XIX no se limitó a una cuestión meramente estética, sino que también involucró dimensiones más profundas en relación con el deseo, la imaginación y la vida cotidiana. Haciendo referencia a David Almazán Tomás, la influencia de Japón impactó en la pintura, gráfica y literatura. Tanto la chinoiserie como el japonismo crearon lenguajes híbridos, donde lo exótico y lo erótico se entrelazaban en objetos, imágenes y relatos que circularon ampliamente en el continente. En ellos, por un lado, lo exótico ofrecía la promesa de un mundo lejano e idealizado, lo erótico insinuaba lo prohibido y lo sensual, y por el otro, lo cotidiano integraba estas fantasías en la vida doméstica y artística propia de Europa en esa época. 

Como bien expresa en su libro “La seducción de Oriente” el autor previamente citado, fue la llegada a Europa de la porcelana y la seda lo que terminó de consolidar en el mundo occidental la percepción de lo oriental. La chinoiserie se estableció, así, como un estilo híbrido que representaba más la imaginación europea que la realidad oriental, donde los objetos de porcelana eran utilizados en la decoración de interiores de palacios para reflejar “esplendor y lujo”.

Salón de los Espejos - Palacio de Versalles 

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Salón de Porcelana -  Palacio de Aranjuez

En contraste, “El Retrato de Maria Luisa” representa a una mujer europea con un vestido decorado con encaje, donde se marca un gran escote,una cintura predominante y una falda voluminosa, clásica de Europa del siglo XVII. En la obra de Baldrighi, la mujer tiene una postura recta donde predomina la tensión que hay en su cuello, representando algo más formal, también considerando el propósito que existe detrás de la obra. En la obra de Monet, se representa una típica figura descontracturada japonesa, la falda en vuelo, el abanico que genera una sensación de misterio, de lo que pueda a llegar a ocultar la mujer representada y la pose desinteresada, en la cual parece que simplemente se dio vuelta, sin planearlo.  

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Retrato de Maria Luisa - Baldrighi

Para analizar el aspecto erótico, la percepción de la belleza y la imagen de la mujer, elegimos estas dos obras que representan en su totalidad el contraste entre la cultura japonesa y la europea. 

Por un lado, “La Japonaise" representa a una mujer europea vestida con un kimono, decorado con pinturas clásicas japonesas y un rojo vibrante, que no permite ver su figura, sino más bien la silueta de la misma. Como recuerda David Almazán: “La geisha fue, además de la figura portadora del colorista y decorado kimono, un símbolo del encanto del Japón tradicional”¹. 

Si, por ejemplo, analizamos infraestructuras como lo sería el Salón de los Espejos en el  Palacio de Versalles (S.XV), es a través de la vasta cantidad de espejos, y el uso de columnas de Rouge de Rance, (revestidas en bronce y mármol), en las que se materializa el éxito político, económico y el desarrollo artístico de Francia. Por el contrario, en lugares como el Salón de Porcelana del Palacio de Aranjuez (S.XVIII) se puede observar un uso exacerbado de porcelana, potenciado por la percepción que se generó en Europa por el material, notando cómo se encuentra estrechamente vinculada a la jerarquía y al estatus. El poder se demuestra en la capacidad del monarca de dominar y apropiarse de un elemento proveniente de un territorio que, para los europeos, era extraño, exótico y misterioso; Cristina García Martínez en “Las chinerías en el arte español en el siglo XVIII”, hace referencia a esto, remarcando que las chinerías representaban un exotismo tal que “reforzaba el estatus de las élites”.

No existe esa pose “armada” o estipulada como en el primer caso, predomina el misterio y lo excéntrico donde el autor de la obra, un europeo, percibe lo novedoso de la cultura japonesa y lo que ella implica. Lo excéntrico de la vestimenta, el contraste marcado entre colores y diseños, la belleza en lo cotidiano, sin necesidad de un plan previo de pose, producción y tensión. Sino más bien, es una vuelta que rompe los esquemas a los que en Europa están acostumbrados y genera sensaciones en el espectador, de incertidumbre lo cual en la obra de Baldrighi no aparece, ya que la lectura de lo que se quiere trasmitir es clara y está bien definida, la pose de frente, recta, una postura de autoridad nata, en la que lo erótico se pierde y predomina la imposición del poder.

Es a partir del análisis comparativo, donde podemos concluir que Occidente tomó de elementos de la cultura japonesa y china como la geisha, la porcelana, los abanicos, kimonos, reconfigurando sus visiones del poder, la belleza, lo exótico y lo erótico. Tanto el japonismo como la chinoiserie no fueron solo modas pasajeras, sino verdaderos lenguajes culturales que transformaron la manera en que Europa se pensaba a sí misma.  

¹ Almazán Tomás, D. (2003). “La seducción de Oriente: de la Chinoiserie al Japonismo. Artigrama, p.91. 

Lo exótico en Oriente: los imaginarios eróticos y cotidianos en la chinoiserie y el japonismo

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